Estaba completamente bloqueada.
Era uno de esos días en que la lista de cosas para hacer te abruma de sólo mirarla, y toooodooooo es tan urgente que no sabés por dónde empezar… (por favor, decime que alguna vez te pasó así no me siento tan horrible!!!)
Me sentía apagada, desmotivada, sin inspiración. Decididamente no la estaba pasando bien. Solté el mouse, respiré hondo y pensé: ‘¿Qué me gustaría hacer en este preciso momento?‘. Cerré los ojos y me volví a hacer la pregunta algunas veces más. Y esperé.
En mi cabeza puse especial énfasis en ‘me gustaría’, me imaginé contenta, disfrutando.. ¿qué es lo que me gusta hacer? ¿cuando hago qué cosas me veo disfrutando?
Y de pronto me acordé de cuando era chica y amasaba con mi abuela, y me llené de emoción. Y sentí en el aire ese olorcito a vainilla. Y me descubrí sonriendo.
Ahí estaba la respuesta. En ese momento, lo mejor que yo podía hacer era amasar unas ricas masitas siguiendo la receta de la abuela. Y allá fui.
Mientras amasaba, pensaba…
… Quizás no está bien esto de ‘evadirme’ de las responsabilidades, cuando tenía otras cosas realmente importantes para hacer.
… Tal vez debería estar en mi escritorio resolviendo esa planilla de mi cliente que no funciona, y me puse como una nena a jugar con masa.
… Bueno bueno, ahora rapidito al horno así puedo seguir trabajando.
Sin embargo, por momentos, durante esta expedición a la cocina pasó que me venían ideas buenísimas a la cabeza, ¡justo cuando tenía las manos completamente llenas de harina, manteca y huevo! Casi casi que se me ordenaron las prioridades ‘solas’ en la mente y sin necesidad de anotarlas.
¿Y sabés qué fue lo más sorprendente de todo? Que mientras las masitas estaban en el horno y yo lavaba todos los cacharros que ensucié, me dí cuenta de cuál era el problema que estaba teniendo con esa planilla de mi cliente, se me ocurrió de pronto por dónde podía ir a buscar la solución, encontré una salida que no había intentado hasta ese momento. Fue mi momento felíz del día, y no sólo por mi momento culinario sino porque acababa de destrabar algo que parecía estar totalmente bloqueado en mi cabeza.
A la noche retomé la lectura del libro(*) que estoy leyendo y decía:
Nadie resuelve problemas complejos por voluntad, ni por gusto, normalmente es una obligación y, curiosamente, las respuestas suelen aparecer repentinamente cuando menos te lo esperas, cuando no existe esa presión o se está realizando otra tarea diferente al tema en cuestión. ¡He aquí el problema! Cuando tratamos de buscar una respuesta a una situación compleja y nos presionamos y esforzamos para lograrlo. Como se suele decir, nos exprimimos el cerebro. En realidad, lo que estamos haciendo es tensar nuestro cerebro y funcionar desde el modo ‘consciente’, que no es un buen recurso en este tipo de situaciones en las que la creatividad entra en juego. La ciencia ha demostrado que, cuando estamos ansiosos o estresados, nuestra visión es en forma de túnel, con lo cual no estamos abiertos a las alternativas ni a las opciones. No hace falta que lo digan los científicos, basta con revisar la propia experiencia para darnos cuenta de que las respuestas de repente llegan cuando te vas a dormir, estás en la ducha, conduciendo, corriendo… Nuestros recursos inconscientes son mucho mayores que nuestros recursos conscientes, podríamos afirmar incluso que son ilimitados.»
Ese capítulo del libro termina con unos tips para incluir pequeñas acciones en nuestro día a día que pueden favorecer estos momentos brillantes:
- Busca un mínimo de 10 minutos al día de inactividad, no llenar cada momento con el estímulo que aparezca.
- Apaga el móvil durante varias horas cada día, o aunque sea el fin de semana, cada vez somos menos capaces de concentrarnos en tareas que lleven tiempo y demanden atención total.
- Elige tus tareas y que no te elijan ellas a ti, para conseguir tiempo de ‘no hacer’ resulta clave la priorización y la búsqueda de productividad.
- Permite el ‘no hacer’ a los demás, si eres jefe y tienes colaboradores, si tienes hijos, pareja… respeta también su necesidad de ‘no hacer’.
- Realiza alguna actividad placentera y manual al día, puede ser algo entretenido y productivo a la vez, aunque no sea ese el objetivo principal.
No me quiero ir sin mostrarte cómo me quedaron las masitas…
¡Una delicia! Y por casa… todos contentos ♥
¡Hasta la próxima!
(*) El libro se llama «Entrena tu cerebro«, de Marta Romo.
Acá dejo el espacio abierto para que hagamos un descargo de todos esos momentos que todas necesitamos para ‘hacer nada’!!! ¿no?
Mi hacer, para «no Hacer»… Surge justo en el momento en que estaba tratando de darle enfoque a las cosas que no estoy haciendo. Es decir, me encuentro en el limbo de mil preguntas que no tienen respuesta y navegando por la red me encontré con su página, justo como lo dice en el mail de bienvenida «Hoy tomé la decisión de encontrar algo y sé que lo encontraré» Pero entonces justo largue todo y me tiré a pensar… Desde cuando empecé con el declive de mi vida? Que va sumando tropiezos y más tropiezos cada día. Decisiones erradas, estrategias mal planteadas, muchas ideas de hacer mucho y pocas muy pocas ganas de intentarlo…. Así que HOY decidí que el momento es hoy, es ahora… Lo voy a intentar, de manera que empezaré por hacer lo que no tengo que hacer.
Es exactamente así como ocurren las cosas … al hacer esa pausa porque la situación nos supera y no aguantamos más, «tiramos la toalla» y nos decimos ¡Basta! ¡A otra cosa! milagrosamente se alivia la tensión al enfocarnos en otra cosa y el subconsciente sigue trabajando y empieza a regalarnos la solución que tanto buscábamos
El problema es que los humanos somos testarudos y cuanto más se trancan las cosas más insistimos y muchas veces nos juega en contra; Hay que aprender a reconocer hasta donde insistir y cuando aflojar … ¡toda una ciencia! ¡a practicar!